Soporto la codicia invernal de tus ojos soberbios.
Entra el aliento a raudales por el pasillo angosto del alma y siento una deflagración que pone en estado de sitio mi conciencia.
Tienes que despedirte. Sé que nunca vas a reconocer tu culpa y pasear entre los sauces que jalonan los meandros del río es una deriva hacia las costas de la muerte.
En sus acantilados podrás anidar como los cormoranes y volar siguiendo el trazado helicoidal del aire caliente; mas ten presente que otras mujeres por menos perecieron torturadas, y los despojos sólo recibieron el cariño de un gato negro.
Cuando entres en casa y te abrace sumergido en la alquimia táctil de nuestros dedos, no necesitaré otra respuesta. Para mí, poseer tu cuerpo después del diablo sobrepuja la delicia perversa del orgasmo.
Entra el aliento a raudales por el pasillo angosto del alma y siento una deflagración que pone en estado de sitio mi conciencia.
Tienes que despedirte. Sé que nunca vas a reconocer tu culpa y pasear entre los sauces que jalonan los meandros del río es una deriva hacia las costas de la muerte.
En sus acantilados podrás anidar como los cormoranes y volar siguiendo el trazado helicoidal del aire caliente; mas ten presente que otras mujeres por menos perecieron torturadas, y los despojos sólo recibieron el cariño de un gato negro.
Cuando entres en casa y te abrace sumergido en la alquimia táctil de nuestros dedos, no necesitaré otra respuesta. Para mí, poseer tu cuerpo después del diablo sobrepuja la delicia perversa del orgasmo.
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