En su indefinición el aforismo acoge
ingredientes heterodoxos que se mezclan como un material genérico. Son
elementos compactos que fortalecen la práctica escritural y que podrían
resumirse en tres itinerarios conceptuales: poesía, ética y filosofía. De esos
componentes se nutre la aforística de Mario Pérez Antolín (Backnang, Alemania,
1964), poeta, ensayista y profesor. Ya en 2011 editó su primera colección de
sentencias, Profanación del poder.
Esta salida ampliaba la más convencional semántica del aforismo; el prólogo,
firmado por Eugenio Trías, avalaba la inclinación a la incidencia reflexiva y a
la escritura de pensamiento de un escritor que prefiere la disertación pautada
al vuelo simple y despojado de la frase.
El libro que aquí comento, La más cruel de las certezas, emplea en
su desarrollo un muestrario temático que perfila secuencias de nuestro tiempo.
El viaje interior –en el que deambula un sujeto concreto que nos permite
asomarnos a los devaneos de lo confesional- se da la mano con el ser colectivo,
con los contraluces de una sociedad aglutinadora de aciertos y desajustes. En
las líneas introductorias, Victoria Camps asevera:“Un buen aforismo es la
síntesis lograda de una idea que no precisa de ulterior desarrollo y que
desvela la substancia de la autorreflexión”. Es una frase de corte perfecto que
invita a entrar en las premisas estéticas de Mario Pérez Antolín para madurar
despacio cada una de sus aseveraciones. Nada entorpece más la lectura aforística
que el galope alocado de las ocurrencias al paso; por otra parte, la escueta
talla del aforismo se lleva mal con oropeles retóricos.
En el extenso páramo de la realidad es
donde el buen aforista protagoniza sus incursiones más fértiles. Así sucede en La más cruel de las certezas. Allí están los acontecimientos que
jalonan cualquier existencia y que suelen aposentarse entre la emoción y el
pensamiento, aunque las notas avancen en ese itinerario azaroso que eligen las
nubes de lo cotidiano.
Pérez Antolín halla abundantes estímulos
en la sociología. Con innegable afán vindicativo, en un tiempo en el que la
práctica de lo público parece un cenagal, el poeta alza la voz y hace de la
crítica una baliza disuasoria. El yo se exige a sí mismo coherencia y razones existenciales
que vayan más allá del mero reconocimiento de fracturas y rumbos
contradictorios; que propicien un convivir bajo una mayor claridad ética. No
duda en situarse frente al espejo: “Por lo que se refiere a mis credenciales
políticas me considero demasiado nietzscheano para ser de izquierdas y
demasiado marxista para ser de derechas. Soy un polemista premeditadamente
crítico y ambiguo”.
La más cruel de las
certezas muestra un dilatado espacio de intereses. En él dialogan “una poesía que
piensa y una filosofía que emociona”. En su diversidad confraternizan una
inquieta atención a los episodios del entorno, que siempre dejan entre las
manos gotas de conocimiento y belleza, y esa mirada disconforme y porosa que
cuestiona apariencias y otorga confianza al pensamiento. Mario Pérez Antolín
nos deja sobre la mesa un libro inteligente empeñado en la búsqueda de la
palabra exacta.
http://puentesdepapel56.blogspot.com.es/
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