La enfermedad tiene un efecto
físico, existencial y ético sobre nuestra percepción de la vida y sobre nuestra
intuición de la muerte. Con todo, estas contingencias apenas son nada en
comparación con el influjo que ella puede llegar a tener en el campo de visión
heurístico de nuestro intelecto, aumentando la profundidad penetrante a través
de una sugestión controlada de la lucidez extrema. Llegar a la verdad requiere
arrimarse a los pitones afilados de la muerte.
Aliviar los tres miedos que oprimen el corazón humano desde el origen de los tiempos hizo que se abrieran camino la religión, la sociedad y las leyes. Hoy nos damos cuenta, demasiado tarde, de que sus consecuencias nos dan más miedo que la muerte, la soledad o el ridículo.
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