Lo que nos angustia no es que esto se acabe, sino que nadie recuerde al secundario que hizo un pequeño papel en una película hace tiempo olvidada. Borrar el pasado equivale a no acontecer. No por otra cosa tenemos hijos: son los notarios que dan fe de nuestro paso por la vida y certifican nuestro fracaso.
La representación de la realidad puede ser preventiva, simultánea o diferida. En el primer caso, me anticipo y evito que me coja desprevenido, preparando mi conciencia ante lo inminente. Corro el riesgo, eso sí, de inducir un constructo figurado en un escenario virtual incorrecto.
La
siguiente posibilidad, que surge mediante una coincidencia temporal, lleva
necesariamente a la improvisación desesperada y catastrófica de estrategias de
resistencia regidas por la casualidad...
Por
último, retrasar la representación supone una postura evasiva de ocultamiento
que pretende ganar tiempo hasta que mis defensas estén en condiciones de
encajar el golpe. Para entonces, quizá, lo irreversible y avanzado de las
consecuencias ulteriores impida que asimile de forma espontánea el hecho.
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