La cigarra me sierra el cerebro
con sus tímbalos menudos,
la brisa enfría a ratos
el sudor que corre por la frente;
yo contemplo
estos campos exhaustos,
estas lomas que ondulan
la anatomía escuálida del terreno,
y una encina,
que como un faro entre tempestades
de trigo verde,
reclama la atención del celaje
y nos devuelve toda
la calma de la tarde.
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