BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







martes, 15 de enero de 2008

DIÁLOGO CON UN DISCÍPULO

- ¿Qué hay debajo de la arena?
- Debajo de la arena hay rocas.
- ¿Y qué hay debajo de los cementerios?
- Debajo de los cementerios hay cadáveres y esqueletos.
- ¿Pero de quién?
- Los difuntos no tienen dueño, ni identidad, son anónimos y similares.
- ¿Y cómo puedo distinguir a mis muertos?
- Pues por la inscripción de la lápida, que es como identificar una mariposa por el nombre latino que le puso un entomólogo erudito.
- ¿Sin su nombre, aunque sea arbitrario, lo admito, cómo diferenciaríamos una mariposa de otra?
- No hace falta clasificar, ordenar, enumerar. Esta manía taxonómica no es más que un recurso antropocéntrico de escaso valor científico.
Todo es lo mismo, está hecho de igual sustancia y se rige según idénticos ciclos.
La prueba irrefutable de esta afirmación, es que debajo de nosotros, encima de nosotros, al lado de nosotros siempre hay un vacío que ocupa cualquiera en el momento de nuestra extinción. A ese vacío algunos lo llaman alma, otros mónada, ¡qué importa! ¿Te das cuenta? siempre tenemos que poner nombre a las cosas.
El lenguaje, que nos puso en la cúspide del orden natural, nos impide ahora comprender nuestro remoto origen y es insuficiente para alcanzar la eterna inmortalidad del cosmos.
- ¿Cómo podemos solucionar este conflicto?
- Esa pregunta ya intentaron responderla otros más sabios, y sólo consiguieron, en el mejor de los casos, eludir con cierta desenvoltura una humillación intelectual.

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