Tantas veces he representado
la muerte de las heroínas
sobre las tablas de un escenario
- en Otelo, víctima de unos celos obsesivos;
en Tosca, arrojándome al Tíber por amor;
en Rigoletto, herida por el dardo de la venganza paterna -
que llegará la mía,
y esperaré los aplausos del público
para levantarme, saludar,
y recoger las flores negras
que depositen sobre mi féretro.
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