BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







viernes, 8 de febrero de 2008

¿DÓNDE ESTÁ EL CENTRO LIBERAL EN ÁVILA?

Con la derrota sin paliativos de Alberto Ruiz Gallardón en el lance que sostiene, desde hace tiempo, con Esperanza Aguirre por la hegemonía del Partido Popular, queda claro, al menos por el momento, que esta pugna se decanta a favor de los neocon, a pesar de la alta valoración entre los votantes del Alcalde de Madrid. Lo cual demuestra que en política los pulsos se ganan cuando se tiene detrás el aparato del partido, siendo irrelevante el grado de popularidad o aceptación social que tenga cada uno de los aspirantes. Si éste fuera el criterio de selección, los candidatos a Presidente del Gobierno en estas elecciones generales por el PSOE y el PP serían María Teresa Fernández de la Vega y Alberto Ruiz Gallardón, respectivamente. En España la partidocracia sigue siendo el modelo imperante. Los votantes no elegimos al mejor candidato, tenemos que conformarnos con escoger entre varias listas cerradas que ni siquiera han sido confeccionadas por las bases del partido, sino por lo que Michels denominaba su oligarquía de hierro.
Pero, más allá de las escaramuzas para conseguir las mejores posiciones en la parrilla de salida de la carrera de obstáculos electoral, lo que está en juego en este vodevil es hacía dónde se inclinará la ideología dominante del principal partido de la oposición. Será el nuevo tradicionalismo sectario de derechas el que se imponga o, por el contrario, será el centro liberal reformista el que gane. Creo que todavía no se ha dado el jaque mate en esta partida donde, eso sí, los discípulos aventajados de Aznar llevan una cómoda ventaja.
Lo que sorprende, no obstante, cuando uno hace recuento de los apoyos con que cuenta cada bando, es que sea justo el grupo de Ávila, lugar, no olvidemos, fundacional del centrismo político, el que haga de ariete del sector ultra y se convierta en la guardia pretoriana de la ortodoxia conservadora. Seguramente la ingenuidad me lleva a preguntar: ¿Cómo es posible que toda esa base social que apoyó sin fisuras a Adolfo Suarez haya migrado hacia posiciones tan extremas? ¿Dónde están los herederos políticos y los vástagos de la UCD y del CDS? ¿Acaso, el que un dirigente provincial una su destino al del gran timonel, justifica esta deserción en masa, contraria a todas luces a las señas de identidad que marcaron nuestra reciente historia política? ¿Es posible que no se levante ninguna voz crítica, en público o en privado, que defienda las tesis de la moderación y el progreso frente al radicalismo ultramontano confesional?
De momento habrá que esperar a que la libertad pueda más que el miedo, y muchos se atrevan a decir, lo que hasta ahora sólo se atreven a pensar.

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