BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







lunes, 3 de diciembre de 2007

SONIDOS

Me crece en el pecho el fragor
de los planetas destruyéndose,
la rabia de los perros despedazándose,
el silencio antártico de tu voz.
En el alma me dejas un murmullo
que se desvanece en una queja improbable.
Te deseo y te grito.
Hago percutir los huesos quebradizos
innecesariamente tuyos y no míos.
El estridor de insectos metálicos
perfora la garganta, por la que salen,
sílaba tras sílaba, las palabras
que se intercambian los amantes clandestinos.
Todo es anterior a la voz,
cercano a la fricción de dos pieles en contacto
y posterior a la vibración irreverente de las llamas.
Paseo por la campiña y al escuchar
la calma sosa de las majadas y los bosques,
tiemblo, porque a mí me llega también,
como en una interferencia telefónica,
el mugido sumiso de las reses degolladas,
el crujido seco de los árboles talados.

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