BLOG LITERIO DE MARIO PÉREZ ANTOLÍN







domingo, 9 de marzo de 2008

LA CAMPAÑA

Queda una semana para el gran día, ese único momento en el que, cada cuatro años, los ciudadanos somos los protagonistas soberanos del destino político de nuestro país (y eso, si tenemos la suerte de vivir en una democracia), el resto, soportamos con pesadumbre y paciencia que los elegidos se distancien de la calle, se encierren en sus despachos y apenas se acuerden de los compromisos adquiridos y las promesas hechas.
Claro que nos gustaría que se nos consultara con más frecuencia sobre los asuntos que nos importan, claro que echamos de menos la participación en algún órgano representativo con capacidad de decisión, claro que desearíamos que todas las listas electorales fueran abiertas para elegir a los más competentes en cada caso, claro que a las campañas les sobran espectacularidad y les faltan contenidos, y claro que nos tratan como a consumidores teleadictos en vez de como a ciudadanos responsables; pero, qué le vamos a hacer, es lo que tenemos y, por el momento, si no lo mejor, al menos parece que garantiza una convivencia tolerable.
Y, a falta de todas estas cosas, a uno le gustaría que por lo menos en su circunscripción electoral el debate se animara mediante un resultado incierto o con una renovación amplia de los candidatos con posibilidades de salir elegidos, aunque eso debe ser pedir demasiado en Ávila, por lo que, unas elecciones más, nada se mueve en nuestra provincia. Se presentan los mismos (por lo menos en los dos partidos mayoritarios), con sus viejas ideas y proyectos, igual de apoltronados que siempre, resignados a conseguir unos resultados parecidos a las anteriores elecciones. Es como si en estos cuatro años nada hubiera cambiado, salvo la edad de los futuros diputados y senadores. Repiten todos, lo que demuestra que, o bien sus respectivos partidos no tienen nada mejor que ofrecernos, o que tienen muy bien controlado el cortijo; cualquiera de las dos posibilidades son devastadoras para renovar la ilusión de los votantes, porque agudizan uno de los mayores problemas de nuestra provincia: el inmovilismo y la resignación.
Durante estos breves días de campaña los políticos se bajan del pedestal, se mezclan con el pueblo, abandonan ese exasperante rictus de autosuficiencia por la sonrisa falsa del humilde postulante en busca de votos, y se arman de paciencia para encajar los golpes del adversario y las justas recriminaciones del contribuyente. Bien mirado también ellos tienen un empleo temporal que deben revalidar cada cierto tiempo, y somos nosotros el tribunal de oposición que ha de calificar su aptitud para el puesto. Yo no percibo nervios, no obstante, en los aspirantes de Ávila; supongo que será porque les ponemos un examen demasiado fácil.

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